Emprendiendo un viaje por polvorientos caminos literarios

viernes, 17 de febrero de 2017

Concurso Zenda: "Historias de Fútbol"

Con este tributo a mi abuelo participé en el concurso "Historias de fútbol" que organizó Zenda en junio de 2016:

Desde el otro lado del río

Hoy es el día adecuado para contar mi historia con el fútbol, que es auténtica, circular como el contorno del balón, pero no es exclusiva, ni siquiera original en su fondo. Seguramente sea también tu historia, y la de muchos otros. Comienza con recuerdos fragmentados de cuando eras un crío, ¿qué edad tendrías?, ¿cinco, siete, diez años? Recuerdos del primer momento en el que contemplaste un enorme rectángulo de color verde muy intenso, un verde que no habías visto antes, un verde inolvidable. Aunque pensándolo mejor, la historia empezó mucho antes, cuando tu padre o tu abuelo tuvieron esa misma conmoción en su juventud, y lo que pretendían cuando te llevaron al campo era comprobar si tú también sentías lo mismo, convirtiendo así ese acto en una indiscutible muestra de amor.

Las verdaderas historias de fútbol no hablan de equipos legendarios, triunfos gloriosos o jugadores insustituibles. Tampoco tienen nada que ver con la violencia, las exageradas sumas de dinero o la corrupción, elementos que enturbian el significado real de este deporte. Porque todos, seamos hinchas del equipo que seamos, sabemos que el fútbol trata de lucha, emoción y sentimientos, no de triunfos. Yo añadiría que también se nutre de silencios.

El silencio me une a mi abuelo materno, ya que no lo conocí, murió años antes de que yo naciera. Era ya socio del Atlético de Madrid cuando se denominaba Atlético Aviación, y no se perdía ningún partido en el antiguo recinto del Metropolitano. Enfermó en la temporada en la que el club se trasladó al Manzanares y, aunque luchó con todas sus fuerzas, como reza el himno de su equipo, no pudo ver más que unos cuantos partidos en el nuevo estadio. Esto no es del todo cierto, porque realmente ha asistido a muchos más desde el cementerio de Santa María, situado a espaldas del Vicente Calderón, donde se puede llegar a ver incluso una pequeña parte del terreno de juego. Allí, delante de su tumba, he querido romper ese silencio muchas veces, contemplando el estadio con ojos llorosos, diciéndole sin abrir la boca: “Abuelo, soy del Atleti, cuánto hubiéramos disfrutado los dos juntos viendo a nuestro equipo”. No pudo ser, pero ya se encargó mi padre de hacerlo por él. Creo que me llevó al campo del Atleti para contentar a mi madre, porque él realmente no era aficionado de ningún equipo. El impacto que tuvo para mí, con cinco años, asistir a un partido de fútbol por primera vez, sólo puede explicarse por la intervención de mi abuelo. Estoy convencido de que, a escasos metros como estaba, desde el otro lado del río, me transmitió a través de ese silencio que nos une la emoción por los colores rojo y blanco de la que ya no podré desprenderme jamás.

He asistido en directo a bastantes encuentros desde entonces: unas veces eran partidos importantes que nadie quería perderse, en otras ocasiones iba al estadio porque necesitaba saciar mis ganas de disfrutar del fútbol en directo. Pero nunca había podido ser abonado del club y tener así la posibilidad de presenciar toda la temporada tal y como hacía mi abuelo. La economía familiar, la falta de tiempo y a veces la decepción con el equipo, impedían que pudiera llevar a cabo ese deseo siempre latente.

Pero hoy eso ha cambiado. Hoy he cerrado el círculo y, junto con mi hermano, me he convertido en socio abonado del Atlético de Madrid. Aquí estoy, abuelo, para despedir al campo que te despidió a ti cuando tú le dabas la bienvenida. El año que viene lo derruirán, no sé si te has enterado, y te quedarás solo con la abuela, sin tus tardes de fútbol. Comenzará una nueva vuelta del círculo que para mí significa este deporte, en tu memoria y en la de todos los padres y abuelos de todos los clubes del mundo que han hecho posible que esta historia nunca acabe.

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"Nunca es tarde si la dicha es buena"... y menos para escribir. Recién cumplidos los 40 me animé a dar mis primeros pasos en esta aventura, y aquí los comparto con vosotros.
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